28 Oct Eliana Zaks: reconstruirse tras el impacto
A los 24 años, perdió a su madre y a su hermano en un ataque con misiles iraníes sobre Beerseba. En este testimonio íntimo, relata el momento de la tragedia, el duelo, su camino de resiliencia y el deseo de mantener viva la memoria de quienes la formaron.
Itay Yaakov
En la noche que transcurrió entre la muerte trágica de su madre, Michal Zaks —propietaria de un negocio de manicura— y la de su hermano, el cabo Eitan Zaks, por el impacto directo de un misil en su casa en Beerseba en junio, y el día del funeral, Eliana Zaks se sentó a escribir dos listas. Una contenía 20 cosas que quiere cumplir en su nombre, como recorrer todos los países que su hermano soñaba con conocer; la otra, 20 hábitos personales —diez por cada uno— que desea adoptar para reinventarse. “Creo que ellos eran personas mucho mejores que yo, personas generosas”, dice en entrevista con Ynet, cuatro meses después de la tragedia.

Eliana Zaks. (Ynet)
–¿Qué te gustaría que la gente supiera y aprendiera de ellos?
–Me gustaría que los chicos de la edad de mi hermano aprendieran de él el amor por el país. A pesar de todo. Él amaba a Israel y amaba a las personas. Era una oreja atenta para cualquiera que se cruzara en su camino, y tenía una capacidad fenomenal para conectar con gente de todas las edades y estratos. Desde que falleció, decenas de sus amigos no se han separado de mi papá, lo que demuestra qué tipo de persona era. Mi mamá también era muy sociable y generosa. Dedicó gran parte de su vida a los demás —ya fuera recolectando canastas de alimentos para soldados, llevándolos a sus bases, o ayudando a pacientes con cáncer después de haber vencido la enfermedad ella misma. De ella aprendí a vivir el momento.
–¿Cuál fue el primer punto de la lista que escribiste?
–Que mi mamá se sienta orgullosa Ynet Español de mí –sonríe con timidez–. Dos meses antes de morir, me dejó una especie de testamento. Me mandó una imagen con una cita que decía que aunque ya no estuviera a mi lado, debía recordar que soy fuerte, inteligente y la mejor. Toda mi vida fui una persona complaciente. Lo último que mi mamá me dijo fue que le frustraba que yo actuara para agradar a los demás. Ahora estoy cumpliendo su voluntad.
–¿Cómo te enteraste del ataque?
–La mañana del 24 de junio, mientras Israel esperaba el anuncio de un alto el fuego con Irán, una andanada de misiles cayó sobre Beerseba. Uno impactó directamente en el edificio de mis padres. Vi en la televisión una toma aérea del edificio destruido, y en la imagen aparecía el columpio de mimbre que estaba en su balcón. El balcón ya no existía, sólo quedaba el columpio. Ahí entendí que era su casa.
–¿Intentaste comunicarte con ellos?
–Llamé una y otra vez y no contestaban. Mientras tanto, seguían las alarmas. Corrimos al refugio, donde no había señal, y en un momento le dije a Roni, mi pareja: ¡Vamos allá ahora!’ Tomamos a los dos perros y salimos a toda velocidad desde Tel Aviv hacia Beerseba. Todo ese tiempo nadie me respondía: ni mis padres, ni mi hermano, ni su novia Noa.

Eliana Zaks junto a su hermano Eitan cuando eran pequeños. (Ynet)
–¿Qué pasó al llegar al hospital?
–Fui directo a cuidados intensivos. Al principio me dijeron que no había nadie de la familia Zaks, pero entonces un empleado gritó: ‘¡Están aquí!’ Sentí alivio. Somos cuatro, así que pensé que eran los tres. Me llevaron a una sala con cortina, y ahí estaba mi papá. Estaba herido, temblando, ensangrentado. Le pregunté dónde estaban, y tartamudeó en ruso: ‘Eliana, están muertos’. No entendía. Pensé que estaban heridos detrás de otra cortina.
–¿Qué te contó tu padre?
–Me dijo que había ido al baño después de que salieran del refugio, y de repente hubo una explosión. Cuando salió, los encontró muertos. Me describió cómo estaban, y yo gritaba, me volvía loca. ‘¡Se explotaron!’, le dije a mi pareja. ‘¡Y la novia de mi hermano salió volando por la onda expansiva!’”
–¿Qué sabés sobre el momento exacto del impacto?
–La familia había seguido las instrucciones y permanecía en el refugio blindado, pero la muerte ocurrió entre la orden de salir y una nueva alarma. El misil estalló y la puerta cayó sobre mi mamá. Si se hubieran quedado en el baño o en el cuarto de mi hermano, estarían vivos.
–¿Sientes enojo hacia alguien?
–No contra el país ni contra los políticos, sino contra la injusticia de la vida. Contra la impotencia frente al destino. Perdí a mi familia a los 24 años. Mi hermano quería ser paramédico de combate. Lo habían enviado a casa porque su base no estaba protegida. Yo sobreviví porque rechacé la invitación de mis padres para ir a estar con ellos.
–¿Cómo fue organizar el funeral?
–Me acompañaba un oficial de atención a víctimas, y le pregunté si podríamos hacer el funeral a tiempo. Me dijo: ‘No habrá alarmas. Hay un alto el fuego’. Una hora antes, mi mamá y mi hermano habían muerto por un misil. Tuve que organizar el entierro de ambos —ella ciudadana, él soldado—, cuidar a mi papá y ocuparme de asuntos que ninguna joven de 24 años debería enfrentar. La mitad de mi familia fue borrada. Todavía no lo asimilo.
–¿Cómo reconstruir tu vida hoy?
–Soy modelo desde los 17. Hoy aparezco en campañas de moda de alto perfil. Es un cierre de ciclo. Mi mamá amaba esa tienda. Me alegra que me eligieran, cumplí un sueño de infancia.

«Estoy enojada con las injusticias de la vida. Perdí a la mitad de mi familia a los 24 años.» (Ynet)
–¿Cómo llegaste al modelaje?
–En la secundaria completé una licenciatura en química, y empecé a modelar por iniciativa de mi mamá. Tenía mucho odio hacia mí por los cambios físicos de la adolescencia. Ella vio un anuncio buscando modelos para vestidos de novia. Me inscribió. Desde ahí llegué a la agencia Yuli. Al final de ese día sentí que no era la persona más fea del mundo.
–¿Cómo reaccionaron tus compañeras del colegio?
–En ese momento sufrí bullying. Estudiaba en una clase de excelencia, y un día 20 chicas decidieron no hablarme. Pensé que esi ocurría porque no era lo suficientemente linda, ni delgada, ni buena como para que quisieran ser mis amigas.
–¿Nunca pensaste en vengarte con tus conocimientos de química?
–La verdad que no –sonríe–. Pero hace unos meses salí en una campaña grande y mi foto apareció gigante en el Grand Canyon de la ciudad. Fue otro cierre de ciclo.
–¿Cómo vives hoy tu imagen pública?
–Todavía estoy trabajando en poder mirarme al espejo sin querer morirme. Las hormonas en la adolescencia nos hacen sentir inseguros. Con el tiempo entiendes que no lo es. Sé que mi rostro es simétrico y que probablemente no me veo tan mal, pero no entro a una habitación sintiéndome la persona más linda. Trato de compensarlo con mi personalidad y mi conocimiento.
–¿Te incomoda admitir que eres linda?
–Siempre tuve miedo de decir que soy modelo. Temía que me vieran sólo como una cara bonita. Quiero que vean que hay algo más en mí.
–¿Alguna vez usaste tu belleza a tu favor?
–Siempre me rompí el alma —perdón por la expresión— para conseguir lo que quiero. Así me educaron. No vinculo mis logros con mi apariencia. Cuando entro a una sala estoy en el mismo punto de partida que cualquier otra persona.
–¿Crees que esa necesidad de esforzarte tanto tiene que ver con ser hija de inmigrantes?
–Mis padres trabajaron duro. Mi mamá hizo una carrera universitaria mientras tenía tres empleos y dos hijos pequeños. Mi papá trabajó toda su vida. Valoro los principios que nos inculcaron. Pensar que todo me lo merezco por tener una cara linda me parece una tontería. Al final, tienes que demostrar tu verdadero valor.
–¿Qué hiciste en lugar del servicio militar?
–Recibí una exención por una condición hereditaria en la columna, y opté por hacer servicio nacional en la Fiscalía del Estado. Quería contribuir al país en una institución pública.
–¿Qué quieres hacer ahora?
–Estudiar Derecho. Quiero luchar por quienes no tienen dinero. Suena nerd, pero las leyes nos dan estructura. Quiero trabajar en la defensoría pública.
–¿Es otra forma de escribir tu testamento personal?
–Eso también lo anoté para mí.
–¿Con qué frecuencia hablas sobre la tragedia?
–Últimamente estoy mucho en Beerseba, y para bien o para mal, la gente sabe quién soy. Se acercan, preguntan cómo estoy, ofrecen ayuda. Mi energía la saco de mi papá,
Fuente: Ynet Español
