En el Líbano, los civiles escuchan las amenazas de guerra israelíes – pero no tienen adónde acudir

Para los civiles que ya huyen del sur del Líbano en previsión de una escalada entre Israel y Hezbolá, la ausencia de un gobierno que funcione en Beirut hace la vida aún más difícil.

Por Zvi Bar’el


Un libanés que huyó la semana pasada de la aldea sureña de Aitaroun, cerca de la frontera con Israel, a una escuela en Tiro donde se refugió.
Foto: Zohra Bensemra / Reuters

Los civiles que residen en el sur del Líbano ya se están preparando para la guerra. Miles de ellos ya empacaron sus pertenencias y se mudaron de las aldeas fronterizas a ciudades relativamente seguras, como Tiro y Beirut, asumiendo que las FDI no atacarán los centros de población.

Muchas escuelas en el sur del Líbano han cerrado por orden del Ministerio de Educación. El lugar de las autoridades lo han ocupado organizaciones civiles sin fines de lucro, que operan el estudio escolar alternativo y remoto, en la medida de lo posible dado el deficiente o inexistente servicio de Internet.

Hasta hace aproximadamente una semana, los dueños de negocios todavía no estaban preocupados. Informaron que no había desabastecimiento en las perchas de los productos, que no había escasez de medicamentos y que la gente parecía estar observando los acontecimientos en Gaza “desde lejos”. Pero durante la semana pasada, Líbano, que ya operaba en horario de Gaza, entró en una fase en la que la guerra se trasladó a su propio tribunal. El sábado y el domingo llegaron informes de personas acaparando alimentos, compras de emergencia de medicamentos y, especialmente, combustible adquirido de cualquier fuente posible.

Cada informe o entrevista con ciudadanos plantea inmediatamente una comparación con la Segunda Guerra del Líbano de 2006, con declaraciones como “esta vez estaremos listos”. La preparación aquí no significa el tipo militar, sino refrigeradoras llenas, automóviles llenos de combustible y un botiquín abastecido. Las tensiones están aumentando en los barrios de Dahiyeh, Baharat Khareiq y Babir al-Abed en Beirut, que albergan la sede de Hezbolá y las viviendas del personal.

Muchos residentes dicen que ya han “preparado maletas con objetos de valor, documentos de identidad, pasaportes y dinero”. Aquellos que tienen casas de verano en la montaña, se dirigen a ellas. Los más ricos intentan abandonar el país por completo.

Otros han decidido que no serán refugiados en su propia tierra y permanecerán en casa “pase lo que pase”. Pero incluso aquellos que planean mudarse durante tiempos de guerra se encuentran con propietarios que están explotando la situación al máximo, exigiendo alquileres que duplican los precios vigentes antes de la guerra.


Clientes esperan para usar cajeros automáticos afuera de un banco cerrado en Beirut, 2021.
Foto: AP Photo/Hassan Ammar

Los anuncios de Israel sobre el “aplanamiento de Beirut” y la destrucción y devastación que caerá sobre el Líbano, hasta el punto de hacerle “extrañar la Segunda Guerra del Líbano”, se escuchan alto y claro en el país, devastado como está. Pero a nivel personal, no hay mucho que los civiles puedan hacer.

La profunda depresión económica en la que está sumido el país desde 2019, la caída del 90 por ciento del tipo de cambio de la lira libanesa con el dólar, las restricciones a la retirada de depósitos en dólares y las arcas públicas vacías, sitúan al país en una situación completamente diferente a la de 2006, cuando los bancos todavía estaban funcionando, los salarios se pagaban a tiempo y el poder adquisitivo de la moneda era varias veces mayor que el actual. En aquel entonces, Líbano sufrió un golpe económico estimado en más de 2 mil millones de dólares. Cálculos prudentes hablan esta vez de un posible golpe económico de entre 17.000 y 19.000 millones de dólares.

En los primeros años posteriores a esa guerra, los países europeos y del Golfo Pérsico estaban dispuestos a soportar al menos parte de la carga y participar en la reconstrucción del país. Hoy en día no existe ninguna organización, país o agencia financiera dispuesta a donar un solo dólar al Estado moribundo, salvo quizás en forma de ayuda humanitaria.

El Estado del Líbano es tan patético que incluso su ejército depende de una subvención de 60 millones de dólares otorgada por Catar hace aproximadamente un año, y otra de 72 millones de dólares, para aumentar los salarios de las tropas y las fuerzas policiales. Catar entregó sólo un pago de ayuda antes de detenerse, cuando comenzó a llegar la ayuda estadounidense, y eso también está previsto que finalice en marzo.

Los soldados y comandantes necesitados, que recibieron cien dólares al mes de esta ayuda, no saben cómo podrán mantener ahora a sus familias. Miles de personas ya han abandonado el ejército o la policía, y muchos seguramente harán lo mismo una vez que finalicen las subvenciones.

Un gobierno teórico

Si en Israel todavía hay un gobierno – aunque negligente, desprovisto de dirección y capacidad, pero que todavía sirve como dirección para pagos, acuerdos de seguridad y búsqueda de soluciones habitacionales para los ciudadanos obligados a evacuar sus hogares – en Líbano, el término “gobierno” es puramente teórico. No sólo no hay planes gubernamentales para cuidar de los ciudadanos, sino que los refugios públicos antiaéreos son un concepto desconocido, el transporte para los desarraigados se deja a cargo del individuo y sólo las instituciones gubernamentales como escuelas públicas, jardines de infancia y parques estarán disponibles a disposición del público en caso de guerra.

La única capacidad que le queda al gobierno provisional encabezado por Najib Mikati, un multimillonario que no necesita preocuparse de dónde vendrá su sueldo, es advertir y suplicar a los líderes mundiales que detengan la guerra. Mikati no tiene influencia sobre Hezbolá, un socio de su gobierno. El Líbano lleva un año funcionando sin presidente y el gobierno provisional no se reúne para tomar decisiones esenciales para la gestión diaria del país, y mucho menos reformas estructurales.

Se espera que el comandante militar libanés Joseph Aoun se retire en enero, y todo el ejército es un harapo de unidades fracturadas. No existe ninguna fuerza política local en el Líbano, aparte de Hezbolá, que pueda servir como dirección para negociar. Los gobiernos libaneses fuertes son cosa del pasado. Ya no hay gobiernos como el encabezado por el enérgico Rafik al-Hariri antes de su asesinato en 2005, o incluso el del tolerante Fouad Siniora, el primer ministro durante la guerra de 2006 que adoptó la resolución 1701 de la ONU, que entre otras cosas incluía una directiva para desarmar a Hezbolá.


Manifestantes pro palestinos protestan contra Israel cerca de la embajada de Israel en Ammán, Jordania, el miércoles. Foto: KHALIL MAZRAAWI – AFP

El paraguas de apoyo árabe, especialmente el saudí, que extendió su patrocinio a la familia al-Hariri – primero Rafik, y luego su hijo, Saad, que resultó ser un político fracasado – se ha disipado hasta el punto de desaparecer por completo. Arabia Saudita expresó su voluntad de ayudar al gobierno libanés el año pasado, pero con la condición de que Hezbolá no fuera parte de él. Por supuesto, la condición no se cumplió y la ayuda saudí siguió siendo una declaración vacía.

Cuando en marzo pasado se firmó el acuerdo que renueva las relaciones saudí-iraníes, se encendió la esperanza de que los dos países pudieran llegar a entendimientos sobre el establecimiento de un gobierno de consenso en Beirut y el nombramiento de un presidente. Hezbolá, sorprendido por el acuerdo, estaba horrorizado ante la posibilidad de que Arabia Saudita e Irán tramaran un “complot” a sus espaldas, lo que llevaría a una reducción de su importancia.

Nada de esto sucedió. Irán no tenía ni tiene intención de añadir socios a su monopolio sobre el uso de Hezbolá y, a través de él, el control político y económico del Líbano.

Israel puede seguir culpando al gobierno libanés de los acontecimientos en el Líbano, pero señalar con el dedo es un poco como jugar fútbol sin rival. Estas amenazas son efectivas cuando hay una entidad responsable del otro lado, con algo que perder y la capacidad de tomar y ejecutar decisiones. Esas amenazas fueron más efectivas en el pasado incluso con Hamás que con el gobierno libanés, debido al control total que tiene Hamás de la gestión civil de la Franja de Gaza y su capacidad para establecer una política más o menos independiente.


Iraníes portando una pancarta con banderas del grupo terrorista libanés Hezbolá durante una manifestación pro-palestina en Teherán el viernes pasado.
Foto: AP

La cuestión estratégica es hasta qué punto tales amenazas pueden afectar a Hezbolá e Irán. Se supone que ambas entidades no desean perder el país que da a Teherán su punto de apoyo más fuerte en Medio Oriente – y que le da a Hezbolá, a pesar de ser una minoría en el gobierno, el poder de establecer la política libanesa a favor de Irán. Hasta el momento, esta suposición no ha sido refutada.

A pesar del aumento de las operaciones de Hezbolá contra Israel, todavía se comporta como un gobierno responsable de un país, más que como una organización. Esto podría ser una prueba insoportable para el equilibrio bilateral de la disuasión, pero es importante señalar que esta disuasión todavía existe, y es lo que está conteniendo la intensidad del conflicto, por el momento.

 

Traducción: Consulado General H. de Israel en Guayaquil
Fuente: Haaretz
https://www.haaretz.com/israel-news/2023-10-24/ty-article/.premium/in-lebanon-civilians-hear-israeli-threats-of-war-but-have-nowhere-to-turn/0000018b-5e32-d8e2-a1eb-ff3622b20000?utm_source=App_Share&utm_medium=iOS_Native



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