02 Jun Origen judío del tratamiento de «don»
Por Álvaro López Asensio
Hoy en día, tratar a alguien de “don” es algo habitual y entra dentro de la cortesía y respeto que se merece cualquier persona, especialmente los mayores o con los que no se tiene relación de confianza.
Ilustración de Don Quijote de la Macha, de Gustave Doré. – Foto: Wikipedia – Dominio Público
El tratamiento de “don” en la Edad Media
Hoy en día, tratar a alguien de “don” es algo habitual y entra dentro de la cortesía y respeto que se merece cualquier persona, especialmente los mayores o con los que no se tiene relación de confianza. Al parecer, la consolidación de este título en la sociedad moderna hunde sus raíces en nuestra anterior tradición judeo-conversa. Veamos algunos testimonios escritos que lo confirma:
Fray Benito de Guardiola comenta en 1591: “…començaron otros a llamarse Don… como hizieron los judíos en España que apenas se halla escritura antigua dellos en que no se intitulen don” (Benito Guardiola, J.; “Tratado de la nobleza y de los títulos y dictados”, cap. 39. p. 110 vto.)”.
Juan de Mal Lara comentando en 1568 el refrán “¿a dó bueno, don Judá?, a Alcalá, si el Dio me ayuda”, explica “Judá, que era su nombre y más el don que solía tener los judíos antiguos” (Mallara, J.; “La philosophia vulgar”, p. 110).
Serrano y Sanz dice que “el título de “don” era usado en el siglo XV por los judíos aragoneses con más frecuencia que por los cristianos” (Serrano y Sanz, M.; Op. Cit. “Orígenes de la dominación española…”, p. 31).
El antropólogo Caro Baroja (239) cita un texto de Antonio Descamps de 1671, donde asegura que afines de la Edad Media el uso del “don” estuvo desacreditado entre los cristianos porque los judíos lo habían usurpado y, en consecuencia, muchos nobles no lo querían anteponer a sus nombres para así distinguirse de ellos. Sólo después de la expulsión volvió a valorarse en la sociedad cristiana (Caro Baroja, J.; “Los judíos en la España moderna y contemporánea”. Tomo II, p. 262).
Comentando el origen de ese título, Juan de Madariaga en su “vida del Seráfico padre San Bruno” (1596), nos dice: “porque este nombre “don” viene desta palabra hebrea “adom”, que quiere dezir señor, y señor viene desta latina senior… Siempre que este nombre se pronuncia o se escribe en latín le quitamos una letra, y assi dezimos domnus” (Madariaga, Juan de; “Vida del Seráfico Padre San Runo, patriarca de la Cartuxa”, pág. 108 vto.).
Como síntesis, Solá-Solé ve “en ese don un cruce del don…castellano con el “adon” (señor, maestro) hebraico” (Sola-Sole, J.M.; “Sobre árabes, judíos y marranos y su impacto en la lengua y literatura españolas”, p. 151.).
En 1570, un anónimo autor escribió una obra contra los judeo-conversos, en la que reconoce: “…los Dones en Espala de los judíos vinieron, y su agudeza inuençion los invento, que ia sabes tu en nuestros tiempos no sabian que cosa era Don” (Anónimo; “Diálogo entre Laín Calvo y Nuño Rasura”, p. 160-183.).
El uso del “don” entre los judíos de Calatayud
Parece que los judíos bilbilitanos del siglo XV también usaron el “don” en sus relaciones sociales, como así lo atestiguan las múltiples referencias documentales que aparecen en los protocolos notariales de Calatayud. No todos los notarios eran cuidadosos a la hora de ponerlo. Cuanto más antiguos son los protocolos, más referencias de judíos encontramos con ese tratamiento.
Los judíos que más aparecen documentados son los que están mejor relacionados con el mundo de los negocios, de ahí que sean los que soliciten mayores servicios notariales. Parece que el “don” está estrechamente vinculado a los judíos de clase alta y de gran poder adquisitivo.
La norma habitual era que, el “pater familias”, ostentara el título de “don” por ser el progenitor y transmisor del linaje o clan familiar. Cuando algún judío adinerado es identificado y, además, su padre -también aristocrático- todavía vive, se suele nombrar a aquel como hijo de este, llevando el título de “don” su padre en señal de respeto y honorabilidad. “Brahem Alpullat, judio de Fariza, constituye procurador suyo a don Jaco Enforna, Açach Enforna, Yuçe Enforna, Ento Enforna e Brahem Enforna, judios fijos suyos…” (APNC, tomo 48, 1472, Leonart de Sancta Fe, p. 152 vto.).
Tras su muerte, el tratamiento pasaba al primogénito y, en ocasiones, al resto de hermanos si su talante personal, laboral y económico así lo requería. “Mahoma el Triguano, vecino de Avella, y Alu Ayenil, moro de Calatayud, piden un credito a don Brahem Paçagon, hijo de don Salomon Paçagon, por la cantidad de 69 sueldos” (APNC, tomo 26, 1460, Jayme García, p. 223 vto.).
Los cargos de responsabilidad aljamial (adelantados y clavarios) solían llevar también el título de “don”, ya que la responsabilidad aljamial les confería respeto y honorabilidad. El 26 de junio de 1488 “fueron presentes plegados los honrados don Yuçe Çadoch, don Jehuda Avayut et Simuel Paçagon, clavarios de la dita aljama, Açach Enforna et don Açach Paçagon, adelatados de la dita aljama” (APNC, tomo 192, 1488, Johan Remón, p. 124.).
Todas las mujeres que aparecen ejerciendo actividad notarial propia -con independencia de que estuvieran casadas (248) o viudas (249)- tienen el tratamiento de “dona”. Aunque las mujeres judías estaban relegadas a un segundo plano social, el hecho de que concilien su vida laboral y familiar les hace merecedoras de un reconocido respeto y admiración por parte de todos, de ahí que se les otorgue dicho tratamiento. Don Simuel Alpastan constituye procuradores suyos a dona Rinqua, mujer suya, y a Salomon Alpastan, hijo suyo y de profesión cirujano, para que en su nombre le representaran en sus asuntos y negocios (APNC, tomo 26, 1460, Jayme García, p. 268).
El uso del “don” en la sociedad bilbilitana del siglo XV
Diego de Hermosilla en su -“diálogo de los pajes” de 1573- dice por boca de su personaje Lorca: “…el don se puede deçir que era palabra con que los menores honrravan a los mayores si ellos la tenian por honrra y la querian que algunos… no la devian de tener por tal, pues no la tomavan no por falta de haçienda ni linaxe” (Hermosilla, Diego de; “Diálogo de los pajes de Palacio”, p. 53.).
Los conversos de la Calatayud del siglo XV utilizaron su anterior costumbre judía de anteponer el “don” a sus nuevos nombres cristianos. El mismo espíritu emprendedor de sus antepasados les hizo alcanzar pronto un alto nivel social y económico dentro de la anquilosada sociedad cristiana. Este nuevo status de los judeo-conversos hará que la nobleza, el clero y la burguesía de la ciudad adoptaran también el tratamiento del “don”. La envidia les hizo admitir su uso, no para parecerse a ellos, sino para intentar superarlos socialmente.
El uso y abuso de títulos, tratamientos y cortesías era de tal envergadura en el siglo XVI, que obligó a Felipe II a intervenir en 1586 para su corrección, como así nos narra Baltasar Porreño(251): “viendo algunos caballeros, y consejeros la desorden de mucha gente comun, que se nombravan dones… pidieron a su Majestad lo remediase con pregmatica y graves penas, y oydas las causas, y razones… respondio como tal prudente. Esto es irremediable y ansi me parece dexallo, y que cada uno tome de la vaindad lo que quisiere, y con este acuerdo suyo nunca mas se trato dello” (Porreño, B.; “Dichos y hechos del Señor Rey don Philipe Segundo”, p. 84 vto.).
El tratamiento de “honor” en la Calatayud del siglo XV
En la segunda mitad del siglo XV, el título de “honor” o “honrrado” fue empleado tanto por judíos, como por cristianos. La palabra “honor” tiene un origen latino (honor: honra que se hace a otro) por lo que, en esa centuria, designaba a la persona honorable y de conducta intachable, merecedora de la consideración y el reconocimiento de todos.
De la documentación notarial estudiada se desprende que los títulos de “don” y “honor” tienen un mismo significado en esa centuria: poner de manifiesto el comportamiento honesto de una persona, ya fuera cristiano, judío o musulmán. En ocasiones, estos dos tratamientos se usaban conjuntamente para reforzar la doble honestidad de una persona: “el honor don”. Un ejemplo lo tenemos cuando “Pedro Cervaron et Alfonso Domínguez, vezinos de Terrer, venden al honor don Mosse Constantin, judio franquo de Calatayut…” (APNC, tomo 26, 1460, Jayme García, p. 223 vto.).
Mientras que el título de “don” tiene un origen claramente judío, el “honor” proviene de la tradición cristiana, estando mucho más implantado en esta sociedad que en la judía.
Así como el “don” judío fue muy empleado por los cristianos -por el uso normalizado que de él hacían los conversos-, también el “honor” –y en menor medida el “muy honor…”- fue utilizado por los judíos. El notario bilbilitanos que más emplea el “honor” entre los judíos y conversos es Jayme García, el resto apenas lo especifica, salvo para los cristianos.
Las actas de plega o reuniones comunales de la aljama judía de calatayud (levantadas por los notarios cristianos) no sólo designan a los dirigentes aljamiales con el tratamiento de “honor”, sino también a todos los asistentes con la fórmula “vos los honor clavarios, adelantados e aljama e hombres buenos de los judíos de Calatayut” (APNC, tomo 25, 1456, Jayme García, p. 397 vto.). Con ello se quiere significar el respeto y consideración que tienen, no sólo los judíos reunidos en pleno, sino incluso sus líderes aljamiales.
Mientras que las mujeres judías apenas aparecen nombradas en la documentación notarial como “honor” o “la honor dona…”, alguna de las conversas y cristianas esposas de escuderos, juristas, notarios o autoridades civiles, sí que acostumbraban a llevarlo con asiduidad. En alguna ocasión también fueron nombradas como “la honorable dona…”, fórmula que realza, todavía más si cabe, su alta distinción social. “Sento Avayud, judio habitant en Calatayut, vende a la honorable dona Gostança Lopez, ciuda de don Jayme de Montesa…” (APNC, tomo 25, 1456, Jayme García, p. 93 vto.).
Fuente: Aurora Digital
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