Según investigación Israelí, hay dos vitaminas que pueden prevenir el hígado graso

 

Dr. Itai Gal – Adaptado por Beatriz Oberlander

Investigadores de la Universidad de Haifa descubrieron que una mayor ingesta de vitaminas E y C, puede prevenir el hígado graso, una enfermedad que padecen miles de israelíes y que puede derivar en cáncer e incluso en la necesidad de un trasplante de hígado.

Un nuevo estudio que se llevó a cabo bajo la dirección de investigadores de la Universidad de Haifa indica que las vitaminas E y C actúan como antioxidantes, que ayudan a reducir el proceso de inflamación en el hígado graso.

El hígado graso (cuando no es consecuencia del consumo excesivo de alcohol) es la enfermedad hepática más frecuente en el mundo, y la causa principal de la enfermedad crónica del hígado, que padece el 30% de la población general. Se trata de una acumulación de grasa en las células del hígado, que causa procesos inflamatorios y lleva a la fase más avanzada de la enfermedad. Es decir, al hígado graso inflamatorio, y a la formación de cicatrices en ese órgano (fibrosis).

En la mayoría de los casos, la causa de la enfermedad del hígado graso es la obesidad y un estilo de vida poco saludable, con una alimentos ricos en azúcar y procesados, así como inactividad física. El hígado graso puede convertirse en una enfermedad hepática más seria, hasta llegar a la cirrosis y a la necesidad de un trasplante de hígado, e incluso al cáncer de hígado.

Es una enfermedad que se puede tratar sólo mediante un cambio en la alimentación, aun en las fases más avanzadas. Según las investigadoras, una ingesta mayor de vitaminas consiste en una alimentación más sana, basada en los principios de la dieta mediterránea: más frutas y verduras, aceite de oliva, nueves y almendras.

La ingesta de vitaminas está asociada a una menos posibilidad de enfermar, en el presente estudio, las investigadoras -Shira Zelber Saguí -catedrática y jefa de Nutrición, Salud y Comportamiento-, la doctorante Dana Ivankovski-Wacksman -de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Haifa, y sus colegas- se propusieron analizar la relación entre la ingesta de vitamina C y E en el desarrollo del hígado graso.

En el estudio, que se publicó en la revista Digestive and Liver Disease (‘Enfermedades digestivas y hepáticas’, en español), participaron 789 hombres y mujeres israelíes de edades que iban de los 40 a los 70 años, de los cuales el 38,7% había sido diagnosticado con hígado graso. El cálculo de la ingesta de vitaminas de basó en un cuestionario que incluía 117 productos alimentarios habituales en la dieta israelí. Las investigadoras calcularon el contenido de vitaminas en cada comida de acuerdo con el tamaño de la porción.

Del estudio se desprende que si a la ingesta habitual recomendada se le añaden 15 miligramos de vitamina E y 180 miligramos de vitamina C aproximadamente, disminuye la posibilidad de desarrollar la enfermedad del hígado graso en aproximadamente un 30-40%.

“Un aumento exagerado de vitaminas como la E y la C, generalmente a través de suplementos dietéticos, puede tener efectos secundarios”, expresaron las investigadoras. Por ello, nosotras recomendamos ingerir esas vitaminas en una dieta equilibrada. La vitamina E se encuentra sobre todo en las nueces, en grasas vegetales y en hojas verdes. Y la vitamina C se encuentra principalmente en verduras como el pimiento rojo, el repollo y el tomate, así como en el melón, la frutilla y los cítricos”.

A juicio de las investigadoras, para prevenir la enfermedad del hígado graso cuando no es consecuencia del consumo excesivo de alcohol, es fundamental un cambio en el estilo de vida. Hasta ahora, la mayoría de las recomendaciones giraban alrededor de la reducción de grasas saturadas y de hidratos de carbono simples como los azúcares, así como del aumento de la actividad física y la necesidad de comer sano, con preferencia en lo que se conoce como la dieta mediterránea, que consiste en consumir más pescado, aceite de oliva, verduras, legumbres y cereales integrales, y menos carne procesada, golosinas y bebida dulces.

“El presente estudio pone el acento en la importancia de una ingesta adecuada de vitaminas mediante una dieta saludable, y muestra que la ingesta recomendada se asocia a un menor riesgo de tener un hígado graso, y a una disminución de la posibilidad de llegar a una fase más avanzada de la enfermedad: que es un hígado graso inflamatorio”, concluyó Zelber Saguí.

La causa de la enfermedad del hígado graso es la obesidad y un estilo de vida poco saludable

Hígado graso: la grasa destruye las células de ese órgano

Alrededor de un tercio de los habitantes de occidente padecen hígado graso, una enfermedad silenciosa que en la mayoría de los casos no da señales, a veces hasta que se llega a un daño irreversible del cual no hay vuelta atrás. El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo, y se lo denomina “laboratorio del cuerpo”. El hígado es el encargado de producir sustancias importantes, de procesar todo lo que entra en el cuerpo, de clasificarlo y de eliminar los desechos. El hecho de que por el hígado pase mucha sangre en un momento dado -un litro y medio aproximadamente- es un signo más de la importancia esencial que tiene para nuestro funcionamiento normal.

El hígado se encuentra en el lado derecho de la cavidad abdominal, y tiene dos lóbulos -el derecho y el izquierdo-, y en cada uno de ellos hay un pequeño número de divisiones. Una de las características más notables del hígado es la capacidad que tienen los lóbulos de volver a crecer hasta convertirse en un hígado completo, gracias a un proceso constante de construcción y destrucción de sus células.

Las células del hígado crean muchas sustancias importantes para el funcionamiento del organismo: el líquido biliar, la proteína de la albúmina -que es importante para mantener la sangre dentro de los vasos sanguíneos, las sustancias necesarias para la coagulación de la sangre, proteínas, glucosa y otras. No es casual que se le dé al hígado el nombre de “laboratorio humano”.

También se encarga de eliminar numerosas sustancias tóxicas, entre ellas el amoniaco que se crea en el proceso de descomposición de las proteínas en urea.
El hígado también se encarga de descomponer los medicamentos y eliminar su toxicidad, así como de producir colesterol en el organismo, que en su mayor parte no proviene de los alimentos sino de “fabricación propia”. El hígado no sólo es un órgano muy activo, sino que sirve asimismo como depósito para almacenar diversas sustancias, y permite que el organismo afronte la deficiencia o el exceso de éstas. Entre otras cosas, el hígado almacena el exceso de glucosa, vitaminas y hierro.

La solución: cambiar el estilo de vida

La enfermedad del hígado graso se ha extendido y en los últimos años afecta también a niños. Esto es consecuencia de la obesidad. Se calcula que entre el 70 y el 80% de las personas obesas padecen la enfermedad. Esto es especialmente pronunciado en personas que tienen un IMC (índice de masa corporal) superior a 30, o caderas que miden más de 102 centímetros en hombres y de 88 centímetros en mujeres. Otras causas del hígado graso son la diabetes, el alcoholismo, la hepatitis, enfermedades metabólicas o intoxicaciones y envenenamientos.

En la mayoría de los casos, la enfermedad del hígado graso se descubre por casualidad, en análisis de sangre que muestran niveles altos de las enzimas hepáticas. En ese caso, el paciente es derivado a un gastroenterólogo después de hacerle una ecografía hepática, una tomografía computarizada (CT, según la sigla en inglés) o una resonancia magnética (MRI, según la sigla en inglés), y si es necesario una biopsia del hígado.

Con el correr de los años, los científicos han desarrollado diversas fórmulas para calcular el grado de cicatrización del hígado graso, exámenes que tienen en cuenta cierta cantidad de glucosa en la sangre, que sube en caso de hígado graso, y desarrollaron avanzados dispositivos de imágenes para evaluar el grado de elasticidad del hepático, que permiten determinar la cantidad de cicatrices en el hígado.

Pero en muchos casos, se seguirá optando por la biopsia del hígado, especialmente si son muchos los motivos posibles por los que el paciente que padece hígado graso. El examen patológico del tejido hepático dará una respuesta más fiable sobre el estado de ese órgano y las distintas posibilidades de tratamiento.

Con los años se han probado muchos medicamentos para tratar el hígado graso: de acuerdo con “las modas” y las investigaciones que se hacían en ese determinado momento, pero ninguno de ellos solucionó el problema.

El tratamiento del hígado graso se centra principalmente en cambiar el estilo de vida. En todos los estudios que se han hecho al respecto, ésta ha demostrado ser la mejor estrategia, y en la mayoría de los casos incluso mejor que los medicamentos. Se trata, entonces, de cambiar la alimentación, adelgazar y reducir el contorno de las caderas así como la cantidad de grasas que se consumen, un equilibrio de los niveles de azúcar y una actividad física habitual.

Es importante recordar que adelgazar demasiado rápido puede causar daño al hígado e incluso hacerlo colapsar, por lo que el tratamiento tiene que ser equilibrado y gradual, y el ritmo de adelgazamiento de medio kilo a un kilo por semana. Como parte de la dieta, se recomienda ingerir pocas grasas animales saturadas y grasas trans, reducir el consumo de azúcar y llevar a cabo actividades físicas cinco días a la semana.

 

Fuente: Ynet Español



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