Hatzad Hasheni – Jerusalem, la capital de Israel, es una ciudad pacífica

Mencionen la palabra “Jerusalén”, la cual deriva de la palabra “paz” y cualquier cosa menos paz nos llega a la mente. Sin embargo, la ciudad de Jerusalén es mucho más segura que San Francisco, gracias a la buena vigilancia y una vida tradicionalista entre las poblaciones judía y árabe.

La palabra “Jerusalén”, derivada de la palabra “paz”, tiende a evocar imágenes de todo menos de paz. Esta sugiere, en cambio, imágenes de protestas masivas enfrentando a palestinos en contra de la policía israelí, o de explosiones de autobuses y restaurantes. Tales imágenes, después de todo, reflejan las nuevas formas de publicar noticias por muchos de los periodistas extranjeros que cubren la ciudad.

Sin embargo, mencionen el nombre “San Francisco” y es muy probable que la mente traiga consigo una imagen de deportistas que corren sobre el puente Golden Gate ante un atardecer perfecto sobre la bahía, o tal vez calles empinadas adornadas con famosos bares y restaurantes. Una ciudad evoca imágenes de conflictos, la otra evoca el turismo.

La verdad es que Jerusalén hace honor a su nombre y no a su imagen o reputación y es mucho más segura que San Francisco. Las dos ciudades poseen poblaciones similares de alrededor de 850.000 habitantes. En el 2014, un año relativamente violento en Jerusalén, el número de homicidios fue de 27, la mitad del número de homicidios en San Francisco. Hubo por supuesto, una diferencia crucial. En Jerusalén, 12 de los homicidios fueron crimines y la mayoría fueron o relacionadas con terroristas o con aquellos a quienes estos atacaron. Como ejemplo de un caso, la víctima fue un transeúnte. En San Francisco, todos aquellos asesinados fueron o criminales o sus víctimas.

Aún más sorprendente es que Jerusalén ha tenido una tasa de homicidios más baja (nuevamente combinando ambos lo criminal y lo motivado políticamente) que San Francisco o, de hecho, la ciudad promedio estadounidense durante los últimos 20 años. Esto es sorprendente porque el período incluye los años extremadamente violentos de la segunda intifada en los primeros tres años del nuevo siglo. La tasa de homicidios en Jerusalén en los últimos 20 años es de 4 por cada 100.000 habitantes, cifra inferior a la media de 5,1 por cada 1000 habitantes en las zonas urbanas (según datos del FBI). La tasa de San Francisco es ligeramente más alta, pero aún así, para los estándares estadounidenses, no es una ciudad violenta. Washington DC, St. Louis, Baltimore, Detroit y Chicago triplican el promedio nacional en ese renglón.

Si elimináramos los años extremadamente violentos de la segunda intifada, o solo nos limitáramos al año 2014 (el último año del que se tienen datos sobre homicidios en Jerusalén), la tasa de homicidios en Jerusalén de 3,2 es comparable a la de Oslo y las otras ciudades más pacíficas de Europa.

Irónicamente, son las similitudes sociales entre las poblaciones judía y árabe, dos sociedades muy diferentes y que están en desacuerdo político, que contribuyen a la paz que impregna la ciudad.

Tanto las sociedades judías como las árabes se caracterizan por un alto grado de religiosidad basado en preceptos similares si no idénticos sobre la importancia de la vida familiar, la caridad junto a las buenas obras y el ritual religioso. La violencia asociada con el consumo de alcohol y la ruptura familiar es algo secundario o poco importante en ambos barrios judíos y árabes de Jerusalén. La ciudad también es demasiado pobre como para atraer al crimen organizado y la violencia que esto trae a su paso.

Una fuerte presencia policial, junto a una creciente orientación hacia la vigilancia policial comunitaria en las áreas árabes, contribuye a este estado de cosas.

La gran presencia policial es especialmente importante para reducir las bajas relacionadas con las tensiones políticas entre árabes y judíos.

La regla básica en las manifestaciones policiales, especialmente las que se tornan violentas, es amasar una gran fuerza policial. Cuanto mayor sea la fuerza policial en relación al número de manifestantes, menos amenazado estará el policía, disminuyendo las posibilidades de que recurra al uso de las armas de fuego. Debido a la extrema sensibilidad de Jerusalén, Israel realiza un esfuerzo considerable en mantener una gran fuerza policial dispuesta a reducir las bajas tanto judías como las árabes.

Incluso el Monte del Templo, obviamente el tema más polémico entre las dos poblaciones y uno que contribuye a las tensiones políticas y al terrorismo, contiene dimensiones que contribuyen a la paz. Una es que las tensiones están vinculadas a los ciclos del calendario religioso de las dos comunidades. Por lo tanto, son anticipadas, lo que da a entender que la policía puede planificar con anticipación el cómo disipar las tensiones que pueden desatar la violencia.

Las fuerzas de seguridad realizan esto a través de cuatro medios: a través del diálogo con figuras religiosas musulmanas asociadas al Waqf jordano o a la Autoridad Palestina; para (si es necesario) limitar los rezos al Monte del Templo por edad o sexo o ambos; acumulando una importante presencia policial; y, en situaciones más extremas, el hacer arrestos preventivos de aquellos conocidos o sospechosos de incitar y liderar a manifestantes violentos. Estos individuos son detenidos durante los días de festividades o los “días de ira” anunciados por la AP y/o por Hamas. A estos pudiera agregarse la característica más permanente, la recopilación relevante de los servicios de inteligencia.

Esto no quiere decir que Jerusalén no albergue males. La división del bienestar y prosperidad entre judíos y árabes es sustancial: en el 2014, el 21% de las familias judías con niños vivían por debajo de la línea de pobreza frente al 79% de las familias árabes, una brecha que recuerda la división entre blancos y negros en las áreas urbanas estadounidenses en los años 50s. La persistencia de esta brecha tiene mucho que ver con el temor de que los residentes árabes formen parte del proceso político municipal.

Sin embargo, la capacidad de Israel para mantener la paz en Jerusalén, su capital, no es en lo absoluto un logro en esta violenta región. Las características sociales de sus poblaciones judías y árabes ayudan a mantener las tasas de criminalidad muy bajas.

*Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan y principal investigador asociado en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.

 

Fuente: Diario Iton Gadol



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