¿Qué pensaba el primer embajador de estados unidos del estado judío?

Las banderas de Estados Unidos e Israel

James McDonald defendió a Israel a pesar del Departamento de Estado.

“¿Es usted un Demócrata?” Le preguntó el asesor especial del presidente de Estados Unidos Harry S. Truman, Clark Clifford, a James McDonald en el teléfono en junio de 1948.

Una vez que McDonald respondió afirmativamente, Clifford le informó que él había sido nombrado como el primer jefe de la misión diplomática de Washington para el recientemente establecido Estado de Israel. Más, tarde McDonald fue ascendido a embajador.

La pregunta es la entrada de apertura en un diario de McDonald, partes del cual aparecen por primera vez hoy en The Jerusalem Post.

Después de su viaje de 28 meses de servicio, McDonald publicó una autobiografía llamada Mi Misión en Israel, 1948-1951. El libro omitió muchos detalles concisos, debido a su publicación tan cercana al desarrollo de eventos trascendentales. Pero no todo ha sido perdido, gracias a lo que McDonald escribió en su propio diario privado.

McDonald, su hija Barbara (Bobby) y sus asistentes llegaron a Israel en agosto de 1948, en medio de la Guerra de Independencia. Las señales de la guerra estaban a simple vista. Los edificios en Tel Aviv estaban dañados por las bombas de la Fuerza Aérea Egipcia. Era difícil encontrar un apartamento, y la comitiva de McDonald tomó unas cuantas habitaciones en el segundo piso del Hotel Gat-Rimon en la playa de Tel Aviv. Arriba de ellos, en el tercer piso, vivía la misión diplomática de la Unión Soviética. Las banderas de las dos potencias ondeaban una al lado de la otra en las astas del hotel.

“La primera mirada a las habitaciones fue un shock”, se lee en una entrada del diario de McDonald, añadiendo cómo el espacio “era diminuto, no había retrete y se abría a ojos amistosos o lo opuesto desde tres lados y no había teléfono en la habitación”.

“Había escasez de todo”, reflejó su hija Barbara en la introducción para el nuevo libro. “Nadie estaba hambriento, pero la comida era de una variedad limitada. Tomaba semanas tener un teléfono o lograr conectar los servicios públicos y un nuevo refrigerador tenía que ser ordenado desde los Estados Unidos”.

Durante la mayoría de su período, McDonald expresó simpatía por Israel, aceptó la mayoría de sus posturas y rechazó las mociones británicas y de la ONU que se alineaban con los árabes. Su línea directa a la Casa Blanca y al entonces presidente Truman lo ayudaron a influenciar y moldear hasta cierto punto la política de Estados Unidos diseñada por el Departamento de Estado.

Por ejemplo, él informó al primer ministro David Ben-Gurion y a su gabinete que nunca estaría de acuerdo con el regreso de los refugiados palestinos, los cuales él estimaba en 300,000, ni al plan de paz presentado en ese tiempo por el enviado especial de la ONU el Conde Folke Bernadotte.

McDonald religiosamente dictaba las entradas de su diario a su hija, Bárbara Ann McDonald Stewart, y a las secretarias cada vez que tenía tiempo. Por 50 años, el diario fue mantenido en manos privadas e inaccesibles al público. En el 2004, fue encontrado y entregado al Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos en Washington.

A los historiadores Richard Breitman, Norman Goda y Severin Hochberg se les confió la tarea de editar el diario y darle un contexto histórico con un elaborado trasfondo y referencias. Bárbara McDonald ayudó en la empresa.

Entre el 2007 y el 2017, tres volúmenes fueron publicados conjuntamente por la Indiana University Press y el Museo del Holocausto. Ahora el cuarto volumen, el cual los editores ven como el más significativo, ha salido a la luz, titulado Envidado a la Tierra Prometida: Los diarios y papeles del James McDonald 1948-1951. Bárbara murió a la edad de 89 años en diciembre del 2015, justo después de que el manuscrito fuera editado.

El diario tiene muchas entradas y comentarios sobre reuniones con líderes y oficiales israelíes discutiendo los quemantes temas militares y diplomáticos durante la Guerra de Independencia de 1948 y los dos primeros años después del establecimiento del estado judío. La mayoría de estos tópicos son bien conocidos y han sido profundamente cubiertos por cientos de libros y artículos, basados en documentos oficiales desclasificados publicados por archivos israelíes, estadounidenses, británicos y árabes. Sin embargo, no es menos interesante leer las impresiones e ideas personales de McDonald representando los primeros días del recién nacido Israel y su vida diaria, impresiones las cuales fueron usualmente excluidas de sus informes oficiales y los del personal de la embajada.

James Grover McDonald nació en Ohio en 1886 y completó el primero y segundo título en historia, ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad de Indiana. Más tarde él enseñó en la Universidad de Harvard y trabajo como un comentarista sobre asuntos internacionales para la Radio NBC.

En abril de 1933, durante un tour a Europa, él se reunió privadamente con Adolf Hitler. En el segundo volumen de su diario, aparece la horripilante y profética frase: “Yo haré la cosa que al resto del mundo le gustaría hacer”, dijo Hitler. “No saben cómo librarse de los judíos. Yo les mostraré a ellos”.

El conmocionado McDonald llegó a la conclusión ya en esa temprana etapa que el régimen nazi era asesino y que Hitler debería ser creído. El futuro embajador para Israel se convirtió en un filo-semita. Se unió a la Liga de Naciones, trabajó para reasentar a los refugiados judíos, deploró el racismo nazi y criticó el silencio y apatía de los estados democráticos y su apaciguamiento.

Al regresar a Estado Unidos, se unió a la junta editorial de The New York Times y trabajó como un consultor especial sobre asuntos de refugiados para el entonces presidente Franklin D. Roosevelt.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Truman lo nombró para ser un miembro del Comité de Investigación Anglo-Americano, cuyos descubrimientos plantaron la semilla para la Resolución de Partición de la ONU del 29 de noviembre de 1947, para establecer un estado judío y un estado árabe en el Mandato Británico de Palestina.

El apoyo de McDonald para los refugiados judíos y un estado judío lo hacía ser un embajador inadecuado para Israel, a los ojos del entonces secretario de estado George Marshal y el escalón superior del Departamento de Estado, muchos de los eran arabistas e incluso estaban contaminados con el antisemitismo. Para ellos, McDonald era un sionista y un simpatizante del comunismo.

Su jefe en The Times, el editorialista y editor en jefe Arthur Sulzberger, era también un firme anti-sionista. Marshal amenazó que, si Estados Unidos no frenaba su disposición para reconocer al estado judío, él no votaría por Truman en las próximas elecciones presidenciales de 1948. Truman no se impresionó.

Su decisión de nombrar a McDonald para dirigir la misión en Israel derivó precisamente de su suspicacia y desconfianza del Departamento de Estado. “Yo espero que usted me tenga personalmente informado”, le escribió el presidente en una carta. “Déjeme asegurarle que usted tendrá mi más completa confianza y apoyo”.

Para hacerle la vida más difícil a él, los funcionarios del Departamento de Estado trataron de reducir el salario de McDonald a $15,000 anualmente. Después de girar y negociar, McDonald logro conseguir el mismo salario y comodidades que el embajador de Estados Unidos para Egipto.

Antes de llegar a Israel, McDonald se reunió en Suiza con el Dr. Chaim Weizmann, quien se convertiría en el primer presidente de Israel. Weizmann se quejó de que el Gobierno Provisional de Israel liderado por Ben-Gurion no le estaba enviando dinero para sus gastos de subsistencia y no estaba apurado en llevarlo de regreso a Israel. Weizmann le pidió a McDonald que planteara sus problemas a los líderes israelíes y McDonald prometió hacerlo.

Unas pocas semanas después de la llegada de McDonald a Israel, él se mudó a una residencia oficial, una casa grande en el barrio de Tel Binyamin de Ramat Gan. Hoy la casa está situada en una calle llamada McDonald, nombrada en honor al embajador. El alquiler era enorme en esos días.

El dueño, Lazar Braudo, era uno de los fundadores del movimiento sionista en Sudáfrica y presidente del banco Anglo-Palestino, ahora el Banco Leumi. Él demandó una renta de $10,000 al año con un contrato por tres años.

La asignación del Departamento de Estado era de solamente $6,000. McDonald se quejó, pero Braudo era un duro hombre de negocios y se rehusó a darle al diplomático estadounidense un descuento. A McDonald le gustaba la casa y decidió pagar la diferencia -$4,000 al año, o el 40% de su salario -de su bolsillo.

Los problemas de McDonald con el Departamento de Estado nunca terminaron. “Las discusiones del Departamento de Estado sobre Israel por un largo tiempo excluyeron deliberadamente a McDonald”, dijo uno de sus editores, el Prof. Norman Goda.

Inmediatamente después de su llegada, el nuevo embajador comenzó sus rondas con los líderes y oficiales israelíes. Él se reunió con Golda (Meyerson) Meir, quien estaba dirigiéndose a ser la primera embajadora de Israel para Moscú. Cuando él le contó a ella sobre las quejas del Dr. Weizmann, ella lo rechazó de inmediato.

“Él no podía soportar el calor¨”, le contó ella a McDonald, refiriéndose al programado regreso de Weizmann para asumir la oficina de presidente del estado, “y no consideraría en ningún caso regresar antes del 15 de septiembre”.

McDonald, como toda la administración estadounidense, estaba preocupado sobre la “orientación comunista” de los líderes socialistas israelíes y una posible “toma del poder” comunista. Meir le aseguró que, conociendo bien los kibbutzim y la federación de sindicatos Histadrut, eso nunca sucedería.

Después de reunirse con Ben-Gurion, él llenó un largo informe diplomático con unos cuantos comentarios interesantes sobre la esposa del primer ministro, Paula. “Ella es una persona anticuada y maternal, bastante ignorada por su esposo, con un buen sentido del humor”.

De acuerdo al historiador Norman Goda, uno de los más grandes logros de McDonald fue diplomático: “El Plan Bernadotte fue debilitado más allá del reconocimiento, las sanciones fueron evitadas e Israel logró pasar un período diplomático muy peligroso. En un sentido más amplio, McDonald consiguió que el Departamento de Estado comprendiera algo de la mentalidad israelí”.

Bernadotte había sugerido que Israel debería estar de acuerdo en recibir a los refugiados palestinos, entregar el Negev al control de los estados árabes o egipcio y estar de acuerdo con que Jerusalem sería la capital del Reino Hachemita de Trans-Jordania.

“Si [Bernadotte] hubiera conocido las plegarias judías milenarias por su regreso a Jerusalem, él no [habría] presentado esta propuesta”, escribió McDonald.

Otro editor del libro, Richard Brietman, tiene un corto consejo para David Friedman, el nuevo embajador de Estados Unidos para Israel: “Lea los diarios de McDonald”.

 

Fuente: The Jerusalem Post
Traducción: Consulado General H. de Guayaquil



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